Juego de miradas.

Y sintió como el amor la sujetaba por la garganta. Como estando a un simple abrazo de distancia, presentía que se encontraba aún tan distante como la Luna. Creía que estaba segura de lo que quería, pero lo único que sabía con verdadera certeza era que en ese momento se sentía realmente feliz, observando la claridad de sus ojos alumbrados por Luna llena, escuchando el ligero susurrar de la brisa marina acompañado con su ronroneo. Sentía como las olas la acariciaban al igual que minutos antes él la había acariciado a ella. Y le daría igual vivir mil millones de momentos más como ese, o sólo uno, porque allí mismo, en ese instante, lo tenía junto a ella, y eso era lo único que importaba.

Lo tenía allí tumbado, observándola. Cada uno de sus movimientos, ella estando quieta. Pero la miraba con esa mirada, con esos ojos; que hablaban por sí solos, susurraban "te como, nena".

Y es que ella no esperaba encontrar a alguien que disfrace sus días malos conviertiéndolos en buenos. No esperaba encontrar a alguien que no se enfade, sino que la entienda, aunque no se entienda ni ella a sí misma.

Que sonría cuando ella se ponga tonta, y la haga enmudecer. Alguien con el que pueda pasar las horas charlando sin llegar al aburrimiento. Que no le guste verla llorar, y la haga reír hasta cuando no tenga ganas. Que la mire, lo mire, y le tiemblen las piernas sin remedio.

Alguien que no le prometa futuros, y sea el día de hoy lo más importante. Alguien que la eche de menos antes de haberse ido. Alguien con el que un simple "te quiero" le tocaba el corazón. Alguien con el que un simple "te quiero" sonaba a un "te amo".

Pero sobretodo… alguien que no tenga que perderla para darse cuenta de que... me ha encontrado.

Y todo eso, podía leerlo en sus ojos. Mientras estaba ahí tumbado, comiéndome de arriba a abajo sin piedad. Sin tocarme, notaba el calor de sus caricias visuales, de su mirada. Notaba cómo ardía por dentro, cómo latía mi corazón, cómo latía el suyo, y cómo se formaba una banda sonora en el fondo de la habitación, que hacía que todo fuese perfecto.