Siempre, siempre me voy a sentir sola. Siempre sentiré ese vacío en mí. Un vacío que siempre he intentado rellenar, pero a falta de saber cual es el ingrediente secreto, ese que me falta, siempre me hago daño. Es una pieza que no encaja. Es un vacío que no desaparece. Ese vacío entre letras y melodías, amores y sueños, una realidad y una libertad ficticia. Y al final solo queda espacio para sueños, y poco tiempo para hacerlos realidad.
Necesito algo, pero ese algo es inalcanzable, porque es imposible. Porque no existe.
Yo sé lo que es sumergirse en el amplio océano de los recuerdos en busca de esa pieza, y sentir el temor a ser olvidada en esas profundidades, a no ser recordada jamás. Por todos, o por nada. Ese frío que te hace pensar, que te hiela el corazón. El terrible frío de las aguas de ese océano que hace desaparecer cualquier latido. Me hace perder vida. Hace que me sienta aún más perdida.
Soy esa persona que habla de libertad, de sueños, de placeres, de amor, de verdades, de realidades, de fantasías, de nubes, de melodías, del viento, de cuentos, de vivir, de sonreír, de felicidad, de obscenidad, de poesía, de maravillas, de él, de mí. Pero al fin y al cabo no merezco mencionar ninguna de esas palabras, pues solo se quedan en eso para mí, en palabras.
Y así es mi vida. La continuidad del espacio-tiempo con miles de dudas que probablemente nunca resolveré. Y quizás me quede con la duda más grande hasta morir; ¿cual es la pieza que me faltó en ese momento?
"Aún sigo en este camino, entre la luz y la oscuridad. Nunca he caminado sola, siempre me acompañó la soledad. Mientras caminaba por cualquier camino que escogía me encontraba con la bipolaridad, en donde quizás estuve bien, o quizás mal."
Porque en esos momentos, solo quieres pensar y reflexionar, sobre todo, sobre nada.
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