Cada final que antes parecía el fin de todo cuanto conocías, abrió la puerta a un nuevo comienzo. Lo que antes parecía toda tu vida, ahora comprendes que no eran sino ataduras, lastres que limitaban tus tobillos y alas; grilletes que te hacían caminar por la vida con tanto peso como para no poder moverte entre límites irreales.
Te alejas de la gente destructiva porque has dejado de destruirte. Evitas las situaciones y personas dañinas porque has aprendido que no quieres cerca el daño innecesario. Te nutres de las personas que te aportan, te motivan, te ayudan a crecer, alimentan tu independencia, tu crecimiento, tu madurez.
Y entonces, tras casi toda una vida luchando contra ti mismo, te das cuenta que todos esos golpes eran necesarios para ser hoy quien eres.
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