domingo, 22 de enero de 2012

Mi vida es un tablero. Señora, Tablero.

Son dos caras, dos personas. Una partida, mil opciones.
Después de inspeccionar la zona de juego, te decantas por mover hacia delante la pieza más importante, pero no te das cuenta que al desplazar dicha ficha pierdes dos de tus fichas restantes.
Notas los nervios de tu rival, y al mismo tiempo su seguridad hace que los tuyos crezcan. Es su pasividad, su igualdad ante el asunto. Es barrer la zona de juego, y que aún así tu rival sienta esa ignorancia que, queriéndolo o no, te afecta.

Voy a explicarlo de otra manera.
Tienes unos pensamientos frágiles, una mente frágil, y un corazón aún más frágil. Mis pensamientos son alimentados con vivencias y recuerdos, mi mente es alimentada con experiencias, y mi corazón se alimenta de cariño. Esas tres cosas forman parte como, de una especie de cadena de ADN, las tres se necesitan para autocompletarse, y si una de ellas falla, todo falla. Si no hay recuerdos, falla. Si no hay experiencias agradables, falla. Si no hay cariño, falla el sistema completo.

Son como piezas pequeñas que forman un puzzle. Y hay veces en las que simplemente tengo la sensación de que falta una pieza. Son fichas de un juego, que existen momentos en los que pienso que he movido mal la ficha.

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