Estamos rodeados por la noche más oscura. Rodeados de un negro azabache que se mezcla con el negro de mi sombra, esa que pasa desapercibida a éstas altas horas.
El reloj avanza muy deprisa, las agujas del reloj compiten por quien llega antes a la hora precisa; pero en ese mundo no se ve el amanecer, pues somos dos cuerpos en la oscuridad que no se ven, que solo se sienten, y con caricias se divierten. Ambas sombras, la tuya y la mía, con cuerpos distantes, con sonrisas pendientes.
A nuestro alrededor se alzan las luces de un nuevo día, pero no las vemos, pues nuestras sombras juntas forman un universo inmenso que se traga cada sofoco de luz que sienten nuestras pieles. Pieles de placer, sombras cargadas de orgullo.
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