jueves, 5 de julio de 2012

Soy un polo opuesto de la vida. Siempre chocamos.

Todo lo que toco, lo echo a perder.
Soy ese imán que atrae las malas noticias, las desilusiones, los malos momentos, las decepciones...
Hago cualquier cosa, lucho como puedo por alcanzar aunque sea una minúscula parte de la felicidad que tanto ansío. A veces pienso que soy demasiado fuerte, que lucho y saco fuerzas de donde no las tengo. Pero no puedo seguir así eternamente. Me estropeo. Me rompo. Me deshago, entre tus manos. Tengo mis momentos débiles como cualquier otra persona, pero nunca, nunca los muestro. Es o una gran virtud o gran fallo. Creo una fortaleza alrededor de mi para que nadie pueda mirar dentro de mi mente, camuflo sentimientos que realmente están ahí. Soy una mentirosa emocional nata.

Estoy tan rota por dentro, que nadie ni nada podría recomponerme en estos momentos. Nadie sabe como me siento, ni se preocupan en saberlo. Solo escucho a través de labios: "No te preocupes", "Todo saldrá bien", "No te rayes"...
A veces tengo esa minúscula sensación de no importarle a nadie, de ser como el aire, estar presente siempre, pero que nadie aprecie mi presencia.

Ha habido momentos en los que pensé que esforzándome lograría todo lo que quisiese, pero ni aún así. Siempre estoy yo ahí para hacerme creer que todo sigue, y que ya irá a mejor. Creo un pilar para que no se derrumbe mi mundo, pero todo se desmorona igual.
No veo luz en este largo túnel. Día tras día estoy más convencida que si desaparezco de aquí, y aunque sea solo irme a otra parte, ¿a quién le importaría? Seguramente me dirían que me echarán de menos, quizás los primeros días piensen algunas veces en mí, como mucho, pero al cabo de unas semanas caeré en el olvido, como todos esos sueños que tengo por cumplir pero que se acumulan con el tiempo en la estantería de los sueños rotos. Sí, esa estantería que desde hace años me niego ya siquiera en limpiarla de polvo.

Me siento sola. Me siento muy sola. En momentos como este solo quiero un abrazo, y no hay nadie aquí quien me lo dé. No quiero hablar ni que me escuchen, no quiero que me digan palabras que no quiero volver a oír. Solo quiero unos brazos que me rodeen y poder descargar las lágrimas sobre algún hombro.

Esa soledad de la que tanto hablo, la siento. Muy profundamente. Me siento... vacía.

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